“Hablar de lo que me pasó la primera vez que escuché “Crimen” es como explicar un amor a primera vista. Son esas canciones que te enamoran a los diez segundos. Decís: “Me va a gustar”. Y todavía no había pasado nada, sólo unos acordes de piano, que eran unos loops de otros discos. El acorde mayor era de un disco y el menor de otro pero, depende de la armonía, iban cambiando junto con el timbre del piano. Nunca supe de dónde venían: Gustavo tiene una colección infernal. Y para componer, como no es tecladista, usó ese método: medio compás de una cosa que le gustó y medio de otra.
El primer amor fue el audio. Y después fue el clima que se iba generando. Estábamos en Unísono, el estudio, grabando Ahí vamos. Ya estábamos a fin de año, en el 2005. Fue el último tema que apareció. Ya sin letra era hermoso, pero cuando la tuvo fue algo demoledor. Lo que pasaba con “Crimen” era que se despegaba mucho del disco: para lo que estábamos haciendo en ese momento, que era un álbum con muchas guitarras, era como de otro palo.
Gustavo tenía mucha reticencia a ponerla en el álbum. Y yo insistía para que lo hiciera. Me lo mostró como un tema más, y después fue adquiriendo cada vez más importancia. Cuando lo empezamos a vestir, empezó a ser un poquito más mimado que otros temas. También pasaba que la letra era muy vivencial. Gustavo planteaba en “Crimen” algo muy personal. Era muy raro que un tema que iba a ser un golazo –porque eso se olía– fuera tan íntimo a la vez. Esa sensación era muy extraña, muy nueva y a mí me gustaba. Una canción que era “cero Cerati”, para mí iba a ser la que iba a impulsar el disco. Y no me equivoqué.
A lo largo de mi carrera como músico y productor, me tocó presenciar el nacimiento de grandes canciones. Quizá lo que me pasó con “Crimen”se podía parecer a lo que me sucedió con alguna de El amor después del amor. En esos once días que me encerré con Fito en Punta del Este, nacieron por lo menos nueve temas del disco. Y ahí también había una estrella que brillaba y que decía: “¡Hello, éstos son temazos!”. Como productor, se te prende un poco la luz.
Algo parecido también me había pasado con otras canciones de Gustavo. De Amor amarillo hay un par que podría mencionar. Los demos en ocho canales de Canción animal, grabados en cinta, ya sonaban muy cerca de lo que terminó siendo el disco, con muchos bajos tocados por él o con arreglos que nacieron en la sala de Soda Stereo. “De música ligera” nació así: zapando.
Gustavo tiene como compositor algo que es difícil de explicar: la originalidad, pero al límite de que no llega a chocarte. Hay músicos que son tan originales que terminan siendo inentendibles. Gustavo sabía dónde parar, quizás inconscientemente. “Quiero ser raro hasta acá”, parecía decir. “Y de acá para allá quiero ser entendido por todos.” Es un tipo con una base musical muy clásica, porque conoce todo el rock de los ’60, los ’70, los ’80, los ’90 y los 2000. Tiene una cultura musical infernal, pero a la vez siempre quiere cosas “2014”. Músicas que todavía no existan. Es muy inquieto. Y la prueba está en que sus discos no se parecen entre sí. Lo más rockero de él es eso: la evolución permanente.
Su sello como compositor en “Crimen” se ve, por ejemplo, en los pedacitos instrumentales que hay entre una parte vocal y otra. En las melodías de violas que hay, porque toda la base es pianística, por lo menos hasta que el tema crece. El piano lo tocamos entre los dos, mitad él y mitad yo. Me parece que es una de sus mejores tres canciones. Otra que se destaca en esa escuela es “Ella usó mi cabeza como un revólver”. Y también “Hombre al agua”, que tiene vueltas armónicas un poco más largas que“De música ligera”, que son tres tonos. Y que es una gloria igual. Te demostraba que podía hacer una bella canción con tres acordes o con cuatrocientos, como en “Ella usó mi cabeza como un revólver”. Por eso le gusta el tecno más monótono del mundo y Spinetta: es un tipo que tiene las dos datas.
Cuando recuerdo “Crimen”, siento mucha emoción. Hubo momento en el que nos emocionamos mucho, cuando lo cantó por primera vez. Ya estaba la letra terminada. Fue fuerte, porque coincidía con una situación personal de él y su familia. Era un momento muy sensible, y creo que se plasmó en el disco. Después, cuando salió Ahí vamos, estaba un poco agradecido porque yo no dejé que la sacara. En un momento de desesperación, le dije: “Bueno, de última dásela a Shakira, que lo va a convertir en un hit y vas a cobrar una bocha de mosca”. La canción es tan buena que le cabe a cualquiera: supera a su propio intérprete.”
Fabián “Tweety” González produjo el disco debut de Zero Kill, el proyecto de Benito Cerati. “Automática lunática” es su primer corte. También produjo un EP acústico de la banda cordobesa Rayos Laser. Y está terminando el nuevo trabajo de Ulises Butrón. También estuvo detrás del álbum debut de la banda Juguete Ruidoso y de lo nuevo de la cantautora Poli Sallustro.
Ahí vamos fue el cuarto disco de estudio de Gustavo Cerati como solista. Lanzado en abril de 2006, marcó un regreso a la tracción a sangre guitarrera que trajo un perfume a su entonces ex banda, Soda Stereo. “Crimen” se desmarcaba del resto por su fuerte impronta pianística. Fue el primer corte del álbum y obtuvo una repercusión inmediata en Argentina, pero también en América latina y España. Un año más tarde, en la entrega de los Grammy Latinos, se quedó con el premio a la mejor canción de rock del subcontinente. Se trata de una de las composiciones más populares entre las numerosas y destacadas que llevan la inconfundible firma de Cerati.