Carlos es Olmi, Boy Olmi. Como una especie de superagente que navega entre las artes, a veces produciendo, otras tantas actuando. La paradoja del tiempo, aún en vigencia, es cómo para algunos tu nombre puede ser asociado inmediatamente a una referencia específica, desconociendo (aún sin intencionalidad) una trayectoria que involucró cruces que suenan inesperados. Por ejemplo, Boy Olmi y Soda Stereo. El arte del registro, y la música en potencia. Pero sucedió, como suceden tantas cosas, allá por 1992.
El grupo liderado por Gustavo Cerati se embarcaba en el proyecto sucesorio del monumental Canción animal editado en 1990. Con su estudio propio recién construído (Supersónico, por la calle Rómulo Naón) y el peso de la historia sobre sus hombros, Soda Stereo apuntaba a un cambio rotundo y vanguardista en su discografía: preparaba a su público para unas eternas capas de sonidos envolventes que marcarían la característica principal de su séptimo disco de estudio. Dynamo veía la luz. Y la captura debía ser total.
«Ellos me propusieron hacer un registro documental», comentaba por entonces Boy Olmi al Suplemento Sí de Clarín. «Tenían la sensación de que lo que iba a pasar (con Dynamo) era muy importante». El acercamiento del director con la banda se dio naturalmente a través de Daniel Kon, manager del grupo y amigo de Olmi. En el mundo de las artes, y en una ciudad tan convulsionada como Buenos Aires, el conocimiento genera amistad. Para entonces, Boy Olmi ya había recibido varios galardones internacionales por sus videos de ficción «The Man of the Week» y «El Círculo Xenético», realizados en colaboración con Luis María Hermida, por lo que era una figura reconocida. «Con toda la experiencia que tenía Soda con lo audiovisual y con la imagen, esa imagen tan producida, con los peinados, con el maquillaje, con el vestuario, les quise proponer transitar una experiencia que tuviera que ver con mostrarlos en una intimidad desprovista de todo ese artificio», confesaría Olmi para la Revista Para Tí. «Es así que me acerqué con varias propuestas y terminaron eligiendo la que a mí me venía mejor, porque tenía que ver con la intimidad de la cámara en manos de un testigo presencial. La idea final era mostrar la cocina del grupo. Un conjunto de observaciones y apuntes audiovisuales que tomé durante la convivencia con ellos en toda la gestación del proceso creativo de ese disco». Surgiría, entonces, la posibilidad real de documentar el proceso mucho más allá de la duración de un simple videoclip.
Durante los tres meses de gestación de Dynamo, Olmi cargó su cámara junto a un asistente y se hizo presente en diferentes locaciones, aún en silencio, para registrar lo que iba sucediendo. «Eso implicó un perfil bajo de tecnología: nunca un trípode, luces naturales todo el tiempo, tomas directas. Yo aparecía imprevistamente, a veces a las dos de la tarde, otras a las diez de la noche. A veces en sus casas, otras en el estudio». La intención, de hecho, era que la cámara fuera tan obsesiva como invisible. Claro, no es sencillo «estar pero no estar». Incluso, resulta interesante el ejercicio de la suposición a la hora de imaginar llegar con una de esas cámaras enormes, a comienzos de los 90s, a la sala de grabación del grupo más importante del continente, e intentar pasar desapercibido. «Me jacto de no haber producido ni un solo segundo en el que ellos hicieran algo porque yo estuviera allí», reflexionaría. «No hay ni un movimiento ni gesto que haya sido ex profeso o repetido a pedido. Alguien me dijo que el mérito del video era haber tenido el sigilo de un gato caminando entre jarrones de porcelana. Mis momentos más recatados me hacían sentir ese gato que circulaba entre teclados y guitarras sin siquiera hacer un ruido. Mis momentos más salvajes tenían que ver con ellos zapando y yo sintiendo, cámara en mano, que era un instrumento más».
Finalmente más de 20 horas fueron registradas por el director. Ese registro incluiría imágenes aleatorias de las situaciones cotidianas y profesionales que envolvían aquella «cocina grupal» que se buscaba plasmar bajo un tratamiento rústico de las filmaciones. «Trabajando con Soda Stereo, mi riqueza era poder respirar el aliento de estas fieras enjauladas. El secreto era retratar ese aliento, no pretender montar una producción en torno a eso que terminara deformándolo». Tras la recolección y composición, 15 días más fueron necesarios para que, en jornadas nocturnas y no menos eternas, el director pudiera ponerle punto final a su versión de once minutos del proceso creativo a lo largo del cual Soda Stereo concibió el séptimo disco de su carrera. La tarea de selección y edición involucró a Eduardo Yedlin y contó con los aportes de Juan Flesca y Aber Tortorelli. «Para traducir veinte horas en diez minutos hubo que hacer un trabajo bastante arduo, aunque el relato fue ordenándose solo. El método partió, fundamentalmente, de la intuición. Mientras hacía la toma de Gustavo componiendo en su casa, sabía que iba a ser la primera imagen del video. Ví esa imagen de él, arrodillado sobre una frazadita con la guitarra en la mano y sus cuadernitos de colegio secundario, y dije «tengo el comienzo».
El resultado llevaría por título «Haciendo Dynamo» y concentraría una síntesis corregida y aumentada de las 20 horas de filmación recogidas sobre el terreno. Si bien en las conversaciones que el grupo había tenido con el director no se había especificado cómo se utilizaría el material tras la edición del disco, se llegó al momento de plantear la necesidad de encausar parte de ese registro en el videoclip de «Primavera 0», primer corte de difusión de Dynamo. «Yo no trabajé premeditadamente para hacer un videoclip sino que fui invitado a testimoniar en imágenes un proceso creativo que llevó meses. Para no fallarle a las exigencias comerciales, lo que hice fue un documental de once minutos que incluye, casi diría de regalo, un clip de cuatro».
Aquel encuentro, o mejor dicho, aquel cruce de caminos entre Boy Olmi y Soda Stereo, encendió la llama de una amistad que el cineasta mantuvo con el correr del tiempo con Gustavo Cerati. «En aquel entonces me permitieron estar en un lugar de mucho privilegio, lo que me permitió hacerme muy amigo de todos ellos», recordó el actor entrevistado por Para Tí. «Empaticé muchísimo con Gustavo, con quien siempre sentí que teníamos una gran afinidad en sentidos de integración de las artes. Gustavo era un ser muy sensible al que le gustaban muchas cosas y a mí me pasa que también me gustan muchas cosas, cosas que trato de integrar a lo que hago… Gustavo fue una persona entrañable, una persona talentosa, muy talentosa, con una enorme sensibilidad».
30 años han pasado. De Dynamo, claro, pero también del registro del proceso creativo que llevó adelante uno de los trabajos más jugados en la historia de Soda Stereo. 30 años que nos permiten preguntarnos qué ha sido de aquel material, de aquellas 20 horas de filmación del lado desconocido de la banda que ha marcado una época. Y en tal sentido las noticias no son las mejores, aún necesitando rascar en la historia para dar con algún vestigio. «Recuerdo que Boy Olmi filmó muchísimo material», referenciaba Zeta Bosio, a fines de 2021, al periodista Fernando García de La Nación. «Hay muchas zapadas. La imagen está muy bien, pero el audio está roto».
El paso del tiempo dirá si ese material podrá ver la luz. El mismo paso del tiempo que nos llevó hasta aquí para recordar que, alguna vez, alguien pudo registrar con un ojo clínico la interna de una banda que no paraba de crecer.
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