Bueno, es verdad. Toda música, en algún punto, supone exploración. Y toda exploración, de hecho, parte de la curiosidad. Soda Stereo ha sido ejemplo fiel y claro de tal afirmación. Ha transformado a la curiosidad como motor de su trayectoria durante casi 15 años con una mutación poco común en lo que a rock y pop latino refiere. Cerati, incluso, continuó con aquel legado durante su carrera solista: su propio legado de transformación constante.
Pero no nos vayamos tan lejos, ni seamos tan genéricos. Hablemos de los comienzos de conquista continental de Soda Stereo. Ubiquémonos: Junio de 1986. En México el Mundial y un Maradona a punto de explotar. En Argentina, la trascendencia de un rock nacional que buscaba proyección y en ella, un Soda Stereo que preparaba el terreno para su primera gira internacional tras el suceso de Nada personal en Obras Sanitarias.
El grupo había girado sin parar durante todo 1985 y aquel primer semestre de 1986. El descanso era necesario y merecido, claro. De hecho, diría Zeta Bosio en su autobiografía: la relación personal entre los tres integrantes comenzaba a tener algunas grietas desconocidas hasta entonces. La idea fue simple, y en su simpleza vital: irse de vacaciones juntos a visitar las principales ciudades europeas como para revitalizar y fortalecer el vínculo amistoso que los había llevado hasta aquel punto de éxito profesional.
De esa manera llegaron a Londres con la excusa del descubrimiento de la escena musical local, de la realización del festival de Glastonbury, y la curiosidad de ver en persona a los grupos que tanto los habían marcado con sus últimas ediciones, como Simple Minds. Allí, fueron alojados en la casa de unos jóvenes ingleses que, a decir verdad, desconocían quiénes eran Soda Stereo. «El contacto con los chicos nos lo había pasado Eddie Simmons», cuenta Zeta Bosio en su libro Yo conozco ese lugar. Simmons, un empresario y DJ inglés criado en Argentina, había sido el productor de varias de las presentaciones que el trío realizó en Mar del Plata entre 1984 y 1985. «Eddie hablaba muy bien inglés y tenía como negocio viajar a comprar discos afuera y traerlos a la Argentina para venderlos en distintas disquerías. Era su manera de pagarse las vacaciones en Inglaterra».
Pero Simmons no solo serviría de nexo para que el grupo pudiera conseguir alojamiento en un terreno que les era desconocido, sino que facultaría, casi como conexión casual, el ambiente musical en el que se movía en cada uno de sus viajes hacia el viejo continente. Las noches inglesas eran el colchón perfecto para conocer y adentrarse en aquel ambiente, entre charlas y bromas con diferentes músicos. Así conocieron a Chris Judge Smith, del grupo Van der Graaf Generator, uno de los más importantes del rock progresivo inglés de los años 70, al que le ofrecieron la posibilidad de traducir la letra de «Cuando pase el temblor».
Al mismo tiempo, Eddie Simmons «hizo posible que nos encontráramos con Lene Lovich», recuerda Zeta. Lovich era una compositora estadounidense, violinista y cantante de new wave, que, radicada en Inglaterra desde hacía más de una década, había conseguido colocar un par de hits musicales a fines de los 70s, lo que le permitió obtener un buen dinero como para instalarse definitivamente junto a su esposo en un granja, con su propio estudio de grabación, a las afueras de Londres. El grupo fue invitado a encontrarse con ella. La idea, cuenta Zeta, era poder adaptar también al inglés la letra de «Juegos de seducción» para luego grabarla junto a «Cuando pase el temblor» y, quizás, intentar algún lanzamiento discográfico en el mercado anglosajón.
«Lene tiene un parentezco musical cercano a Nina Hagen», relataría Gustavo Cerati. Aquella cercanía resultaba algo más que una mera curiosidad, y llamaba tanto la atención de los Soda como para confiar ciegamente en la labor que querían encomendarle. «Estuvimos en su estudio conversando, grabando algunas cosas, viendo qué pasaba, conociendo y sabiendo un poquito más de cómo es el panorama inglés».
En aquel encuentro Lovich aceptó la posibilidad de traducir la letra tras escuchar el material que el grupo le había acercado. Prometió, de hecho, enviar su traducción de Juegos de Seducción a los pocos días. Ya de regreso en Buenos Aires, y a través de la magia del fax, el trío recibió la letra. «La verdad es que el resultado no nos gustó nada», confiesa Zeta. «Lene había cambiado varias cosas que desvirtuaban el sentido de la canción original». Aún así, el grupo realizó algunas modificaciones con proyección de grabarla más adelante.
«A los días recibimos de parte de Van der Graaf Generator la letra del Temblor y decidimos hacer las dos versiones de los dos temas», contaría Cerati a la Revista Pelo. Con las dos traducciones a mano, y los estudios Moebio disponibles, Soda Stereo se adentró en el que sería, finalmente, el único registro oficial que existe de sus clásicos cantados en inglés. Sabían igualmente, y de antemano, que no tendría ningún fin comercial sino meramente de exploración como para percibir qué podría resultar de la curiosidad que emanaba por los poros. «Era más bien para medirnos con lo que pasaba afuera, con las bandas del momento como U2 o The Cure y sentir el color que podían tener esas canciones en inglés», recordaría Adrián Taverna a Rolling Stone.
«Grabamos las voces sobre las pistas sin vocales que ya teníamos preparadas con anticipación», relata Zeta. De hecho, era costumbre del grupo dejar separadas las pistas en cada una de las mezclas que realizaban. «Si teníamos que recurrir a playbacks de TV podíamos, al menos, cantar en vivo sobre ellas». Suele decirse que cuando las expectativas son bajas, el resultado no golpea. Para Gustavo y el resto del grupo se trató del corolario de una curiosidad y exploración que seguirían teniendo más adelante por diferentes andariveles. «Me escuché cantando en inglés y suena muy extraño», confesaría Cerati. «Más allá del cambio idiomático, que es difícil de aceptar, los dos temas tienen un perfil distinto, sin duda. Pero no es nuestro idioma el inglés».
Los temas fueron enviados finalmente a Londres y presentados por Eddie Simmons en su programa radial sin más repercusión que la imaginada. Si bien no había mayores expectativas sobre el resultado de esta grabación, las versiones en inglés llegaron a tener algo de difusión tanto en Londres como en Argentina y Chile. Pero la flecha de Soda ya apuntaba a Latinoamérica y rápidamente se convertirían en la banda más grande e influyente de la región. Trascender más allá de estas fronteras no era necesario y nadie cercano al grupo se lamentó jamás por haber nacido en este lado del mundo. «No sé si la carrera de Soda hubiera sido mejor desde otro lugar», completa Taverna. «Era una música que tenía muchos condimentos argentinos y también latinos. Y fue eso lo que generó un sonido diferente. Por supuesto que también había influencias de la música inglesa y americana, pero no me imagino a Soda surgiendo en ningún otro lado mejor que acá. Estábamos felices y orgullosos de haber nacido en la ciudad de la furia».
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