ENREMOLINOS

Gracias Totales se presentó en el Campín de Bogotá, en Colombia

Si algo quedó de manifiesto en el debut de Gracias Totales – Soda Stereo fue una enorme ausencia -la de Gustavo Cerati- convertida en la celebración de su presencia. Aunque pueda leerse como algo contradictorio, la suma de emociones que provoca el espectáculo creado por Charly Alberti y Zeta Bosio perpetúa esa sensación de cotidianidad con el líder de la banda más grande de la historia del rock en español, más allá de que esté a punto de cumplirse una década del accidente cerebrovascular que lo dejó fuera de acción hasta su muerte en 2014.

Cerati está presente en la vida cultural argentina, como si su ausencia física no fuera más que una convención que el inconsciente colectivo decidió ignorar. Y si uno se guía por las 30 mil personas que poblaron el estadio El Campín de Bogotá, Colombia, y los miles de entradas que ya vendió Gracias Totales – Soda Stereo en el resto de la región, esa omnipresencia es trasladable al resto de América latina. De allí son la mayoría de los cantantes invitados que Alberti y Bosio eligieron para llevar adelante este espectáculo, mezcla de recital de rock con despliegue audiovisual y tecnológico para volver a tocar las canciones del trío.

El momento clave es «Fue», ubicado estratégicamente cerca del final de Gracias Totales – Soda Stereo. Pero antes de eso, el espectáculo depara muchas emociones, incluidas unas cuantas de alta intensidad. Las enormes pantallas son protagonistas, tal como adelantaran Bosio y Alberti: en ellas (y en su voz, su guitarra y sus canciones, claro) se sostiene la presencia virtual de Cerati, pero también la de los vocalistas invitados que no están físicamente en cada una de las 16 fechas del tour (que tendrá paradas en el Campo de Polo de Buenos Aires el 21 y el 22 de marzo). En la capital colombiana sí estuvieron Rubén Albarrán (Café Tacvba), Adrián Dárgelos (Babasónicos), Mon Laferte, Andrea Echeverri, León Larregui, Draco Rosa y Richard Coleman, que además oficia como uno de los tres guitarristas del grupo .

Es en la pantalla, además, donde empieza el show. En una biblioteca, un videocassette que dice «Soda» se convierte en la puerta de acceso al pasado, con imágenes recuperadas por Bosio y Alberti para darle algo de continuidad al espectáculo. El inicio es con «Sobredosis de TV», un guiño para el despliegue visual que hoy les permite la posibilidad de volver a tocar las canciones del trío. La voz y una de las guitarras son las de Cerati, pero por lo visto en Bogotá, el público toma con absoluta naturalidad esa presencia virtual.

En Colombia, algunas imágenes de una excursión de pesca en botes (en Nueva York, 1988) le dieron el pie a «Hombre al agua», con otra elección acertada: la cantó Richard Coleman, que fue parte de la prehistoria del grupo y compañero de aventuras guitarreras de Cerati hasta el final. ¿Quién otro podía asumir el compromiso de abrir el fuego después del propio Gustavo? Coleman lo hizo con el aplomo que le da su propio recorrido y su presente luminoso. Tenía a otro viejo compinche cerca: el guitarrista Roly Ureta, que reemplazó a Cerati en Fricción allá por 1987 y que en Bogotá se mostró afiladísimo en los solos.

Los teclados de Fabián «Zorrito» Von Quintiero, que acompañara a la banda en la primera parte de su carrera, terminaron de redondear esa sensación de familiaridad: si esto no es Soda Stereo -como bien lo aclararon Charly y Zeta desde el comienzo del proyecto-, las canciones hablan por sí solas. Y que el público colombiano coreara «Olé olé olé, Soda Soda» fue más un reconocimiento a la compañía en el trayecto vital que una confusión sobre los propósitos del espectáculo.

El siguiente en la lista de cantantes invitados fue el mexicano León Larregui, a quien «Disco eterno» le calzó como un traje a medida. Al líder de Zoé no le pesó cantar con la que, como confesó al final, tras el abrazo con Zeta, es su «banda favorita de la vida del universo». El chileno Álvaro Henríquez, de Los Tres, fue el primer vocalista virtual con «El rito». Y nada es casualidad en esa elección: la idea del desafío y la destrucción de mitos está expuesta literalmente en el estribillo de la canción. Igual que en la propuesta del show, aunque haya sido empujada por la imposibilidad de otro camino.

Para nada virtual, Rubén Abarrán se adueñó del escenario durante «Lo que sangra (La cúpula)», tan movedizo como siempre y con el tono adecuado para el tema. «Gracias Charly, gracias Zeta, gracias Gustavo», puso en un mismo plano el cantante de Café Tacvba al final. Su compatriota Julieta Venegas también estuvo virtualmente, con un notable trabajo visual: un plano corto de su rostro de perfil virado al azul dominó la estrofa inicial, para pasar al color completo y de frente en el estribillo de «Signos».

Lo que podría denominarse «el segmento glam» de Gracias Totales – Soda Stereo fue con dos vocalistas argentinos en plan virtual. Primero, un Walas maquillado y con sombrero se hizo cargo de «Juegos de seducción» con solvencia; después, Benito Cerati bailó para la cámara y cantó notablemente «Zoom», con nuevas imágenes de besos de todos los géneros para actualizar el recordado video de la canción. Pero Adrián Dárgelos le puso el moño a esa parte con una performance en vivo notable: pasó de tener su rostro tapado por el pelo largo mientras miraba hacia el piso durante la intro a comerse la escena mientras cantaba «Trátame suavemente» (compuesta por su amigo Daniel Melero). Desfachatado, movió el culo para el público y hasta puso un pie sobre el bombo de Alberti. «Gracias Soda por una eternidad juntos», se despidió el cantante de Babasónicos.

No tenía sentido que alguien más cantara «En la ciudad de la furia» y así fue: la voz de Cerati volvió a estrujar los corazones de los colombianos hasta el notable solo de Ureta. Desde ese momento, las imágenes en la pantalla fueron de Buenos Aires desde el aire, con la perspectiva de ese hombre alado que extraña la Tierra del que habla la canción. Con las emociones en alza, la banda se «prendió fuego» durante «En remolinos», que cantó en vivo Draco Rosa. Imágenes de una tormenta eléctrica sobre el mar fueron apropiadas para los rayos y centellas que salían de la guitarra de Coleman, mientras que el tipo que alguna vez fue parte de Menudo y otra vez compositor de Ricky Martin daba cátedra de oscuridad con su interpretación.

Quizá por oposición a ese momento de alta intensidad, la performance de Andrea Echeverri resultó bastante pálida con «Pasos». La cantante de Aterciopelados salió a escena con uno de sus típicos atuendos estrafalarios -que incluía una suerte de corpiño hecho con dos parlantes- y sus compatriotas le hicieron sentir su cariño, pero pareció no encontrarle el tono justo a la canción. Justo lo contrario a lo que sucedió con Gustavo Santaolalla, que desde el video entregó una notable versión de «Cuando pase el temblor». La elección no podría haber sido más certera, porque el cantante y productor fue pionero en eso de mezclar los ritmos latinoamericanos con el rock -un antecedente del «carnavalito» de Soda-, pero también porque su voz resignifica la letra en estos tiempos que vive la región.

Y entonces llegó el momento de «Fue». Cerati ya había estado virtualmente antes, pero en la primera parte del temazo de Dynamo apareció solo en la izquierda de la pantalla. El mismo lugar que ocupaba en el escenario. Y cuando entraron el bajo y la batería, piel de gallina: ahí estaban los tres Soda y solo ellos, con Gustavo desde el pasado y Zeta y Charly en vivo. Cuando Alberti miró hacia la pantalla, su reflejo en esta apuntó hacia Cerati. Después, dos haces de luz azules sobre los músicos remarcaron la ausencia. Y el público, espontáneamente, convirtió al Campín en un mar de linternas de celulares encendidas. Demoledor.

¿Cómo seguir después de eso? Con Mon Laferte, que sobre el escenario le imprimió una energía notable a «Un millón de años luz», apoyada por la guitarra de Simón Bosio. El hijo de Zeta, que hasta ahí había estado en un rol secundario, pasó a coprotagonista de la cantante chilena y demostró que su lugar en la banda no depende de parentescos. La versión de «Persiana americana» con Fernando Ruiz Díaz desde el video subió la energía entre el público, que continuó por la efectividad de «Prófugos», aunque la entrega de Juanes (también virtual) no transmita demasiado.

Aunque sin el impacto de la primera vez, se imponía volver a ver a los tres Soda solos a modo de primer bis. «Primavera 0» fue esa ocasión, con una dinámica diferente -más «celebratoria»- a la de «Fue». En la grabación, Cerati dejaba espacio para que el público cantara el estribillo. Y los colombianos hicieron los honores.

El final estaba más cantado que el tema elegido: «De música ligera», con Chris Martin en la pantalla, se imponía tanto por la presencia (virtual) de una estrella «anglo» como por la tradición de Soda de usar la canción para cerrar sus shows (y especialmente aquel «último concierto» de las «Gracias totales»). El líder de Coldplay grabó una versión más que decente y sonó acompañado por músicos con los que seguramente le gustaría contar, más allá del estatus de su propia banda. ¿Estará en persona en alguno de los shows futuros? Por ahora, habrá que seguir esperando.

Protagonista durante todo el show, en el final las pantallas sólo replicaban a gran escala lo que sucedía sobre el escenario: los músicos se abrazaban, Zeta apuntaba el índice derecho al cielo y luego levantaba sobre su hombro a Simón, Charly sonreía con la satisfacción de la tarea cumplida. Habían vuelto a tocar las canciones de toda su vida, a reencontrarse con su propio pasado y transformarlo en presente. Sin «ser» Soda, pero también sin dejar de serlo.

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Gracias Totales se presentó en el Campín de Bogotá, en Colombia

Si algo quedó de manifiesto en el debut de Gracias Totales – Soda Stereo fue una enorme ausencia -la de Gustavo Cerati- convertida en la celebración de su presencia. Aunque pueda leerse como algo contradictorio, la suma de emociones que provoca el espectáculo creado por Charly Alberti y Zeta Bosio perpetúa esa sensación de cotidianidad con el líder de la banda más grande de la historia del rock en español, más allá de que esté a punto de cumplirse una década del accidente cerebrovascular que lo dejó fuera de acción hasta su muerte en 2014.

Cerati está presente en la vida cultural argentina, como si su ausencia física no fuera más que una convención que el inconsciente colectivo decidió ignorar. Y si uno se guía por las 30 mil personas que poblaron el estadio El Campín de Bogotá, Colombia, y los miles de entradas que ya vendió Gracias Totales – Soda Stereo en el resto de la región, esa omnipresencia es trasladable al resto de América latina. De allí son la mayoría de los cantantes invitados que Alberti y Bosio eligieron para llevar adelante este espectáculo, mezcla de recital de rock con despliegue audiovisual y tecnológico para volver a tocar las canciones del trío.

El momento clave es «Fue», ubicado estratégicamente cerca del final de Gracias Totales – Soda Stereo. Pero antes de eso, el espectáculo depara muchas emociones, incluidas unas cuantas de alta intensidad. Las enormes pantallas son protagonistas, tal como adelantaran Bosio y Alberti: en ellas (y en su voz, su guitarra y sus canciones, claro) se sostiene la presencia virtual de Cerati, pero también la de los vocalistas invitados que no están físicamente en cada una de las 16 fechas del tour (que tendrá paradas en el Campo de Polo de Buenos Aires el 21 y el 22 de marzo). En la capital colombiana sí estuvieron Rubén Albarrán (Café Tacvba), Adrián Dárgelos (Babasónicos), Mon Laferte, Andrea Echeverri, León Larregui, Draco Rosa y Richard Coleman, que además oficia como uno de los tres guitarristas del grupo .

Es en la pantalla, además, donde empieza el show. En una biblioteca, un videocassette que dice «Soda» se convierte en la puerta de acceso al pasado, con imágenes recuperadas por Bosio y Alberti para darle algo de continuidad al espectáculo. El inicio es con «Sobredosis de TV», un guiño para el despliegue visual que hoy les permite la posibilidad de volver a tocar las canciones del trío. La voz y una de las guitarras son las de Cerati, pero por lo visto en Bogotá, el público toma con absoluta naturalidad esa presencia virtual.

En Colombia, algunas imágenes de una excursión de pesca en botes (en Nueva York, 1988) le dieron el pie a «Hombre al agua», con otra elección acertada: la cantó Richard Coleman, que fue parte de la prehistoria del grupo y compañero de aventuras guitarreras de Cerati hasta el final. ¿Quién otro podía asumir el compromiso de abrir el fuego después del propio Gustavo? Coleman lo hizo con el aplomo que le da su propio recorrido y su presente luminoso. Tenía a otro viejo compinche cerca: el guitarrista Roly Ureta, que reemplazó a Cerati en Fricción allá por 1987 y que en Bogotá se mostró afiladísimo en los solos.

Los teclados de Fabián «Zorrito» Von Quintiero, que acompañara a la banda en la primera parte de su carrera, terminaron de redondear esa sensación de familiaridad: si esto no es Soda Stereo -como bien lo aclararon Charly y Zeta desde el comienzo del proyecto-, las canciones hablan por sí solas. Y que el público colombiano coreara «Olé olé olé, Soda Soda» fue más un reconocimiento a la compañía en el trayecto vital que una confusión sobre los propósitos del espectáculo.

El siguiente en la lista de cantantes invitados fue el mexicano León Larregui, a quien «Disco eterno» le calzó como un traje a medida. Al líder de Zoé no le pesó cantar con la que, como confesó al final, tras el abrazo con Zeta, es su «banda favorita de la vida del universo». El chileno Álvaro Henríquez, de Los Tres, fue el primer vocalista virtual con «El rito». Y nada es casualidad en esa elección: la idea del desafío y la destrucción de mitos está expuesta literalmente en el estribillo de la canción. Igual que en la propuesta del show, aunque haya sido empujada por la imposibilidad de otro camino.

Para nada virtual, Rubén Abarrán se adueñó del escenario durante «Lo que sangra (La cúpula)», tan movedizo como siempre y con el tono adecuado para el tema. «Gracias Charly, gracias Zeta, gracias Gustavo», puso en un mismo plano el cantante de Café Tacvba al final. Su compatriota Julieta Venegas también estuvo virtualmente, con un notable trabajo visual: un plano corto de su rostro de perfil virado al azul dominó la estrofa inicial, para pasar al color completo y de frente en el estribillo de «Signos».

Lo que podría denominarse «el segmento glam» de Gracias Totales – Soda Stereo fue con dos vocalistas argentinos en plan virtual. Primero, un Walas maquillado y con sombrero se hizo cargo de «Juegos de seducción» con solvencia; después, Benito Cerati bailó para la cámara y cantó notablemente «Zoom», con nuevas imágenes de besos de todos los géneros para actualizar el recordado video de la canción. Pero Adrián Dárgelos le puso el moño a esa parte con una performance en vivo notable: pasó de tener su rostro tapado por el pelo largo mientras miraba hacia el piso durante la intro a comerse la escena mientras cantaba «Trátame suavemente» (compuesta por su amigo Daniel Melero). Desfachatado, movió el culo para el público y hasta puso un pie sobre el bombo de Alberti. «Gracias Soda por una eternidad juntos», se despidió el cantante de Babasónicos.

No tenía sentido que alguien más cantara «En la ciudad de la furia» y así fue: la voz de Cerati volvió a estrujar los corazones de los colombianos hasta el notable solo de Ureta. Desde ese momento, las imágenes en la pantalla fueron de Buenos Aires desde el aire, con la perspectiva de ese hombre alado que extraña la Tierra del que habla la canción. Con las emociones en alza, la banda se «prendió fuego» durante «En remolinos», que cantó en vivo Draco Rosa. Imágenes de una tormenta eléctrica sobre el mar fueron apropiadas para los rayos y centellas que salían de la guitarra de Coleman, mientras que el tipo que alguna vez fue parte de Menudo y otra vez compositor de Ricky Martin daba cátedra de oscuridad con su interpretación.

Quizá por oposición a ese momento de alta intensidad, la performance de Andrea Echeverri resultó bastante pálida con «Pasos». La cantante de Aterciopelados salió a escena con uno de sus típicos atuendos estrafalarios -que incluía una suerte de corpiño hecho con dos parlantes- y sus compatriotas le hicieron sentir su cariño, pero pareció no encontrarle el tono justo a la canción. Justo lo contrario a lo que sucedió con Gustavo Santaolalla, que desde el video entregó una notable versión de «Cuando pase el temblor». La elección no podría haber sido más certera, porque el cantante y productor fue pionero en eso de mezclar los ritmos latinoamericanos con el rock -un antecedente del «carnavalito» de Soda-, pero también porque su voz resignifica la letra en estos tiempos que vive la región.

Y entonces llegó el momento de «Fue». Cerati ya había estado virtualmente antes, pero en la primera parte del temazo de Dynamo apareció solo en la izquierda de la pantalla. El mismo lugar que ocupaba en el escenario. Y cuando entraron el bajo y la batería, piel de gallina: ahí estaban los tres Soda y solo ellos, con Gustavo desde el pasado y Zeta y Charly en vivo. Cuando Alberti miró hacia la pantalla, su reflejo en esta apuntó hacia Cerati. Después, dos haces de luz azules sobre los músicos remarcaron la ausencia. Y el público, espontáneamente, convirtió al Campín en un mar de linternas de celulares encendidas. Demoledor.

¿Cómo seguir después de eso? Con Mon Laferte, que sobre el escenario le imprimió una energía notable a «Un millón de años luz», apoyada por la guitarra de Simón Bosio. El hijo de Zeta, que hasta ahí había estado en un rol secundario, pasó a coprotagonista de la cantante chilena y demostró que su lugar en la banda no depende de parentescos. La versión de «Persiana americana» con Fernando Ruiz Díaz desde el video subió la energía entre el público, que continuó por la efectividad de «Prófugos», aunque la entrega de Juanes (también virtual) no transmita demasiado.

Aunque sin el impacto de la primera vez, se imponía volver a ver a los tres Soda solos a modo de primer bis. «Primavera 0» fue esa ocasión, con una dinámica diferente -más «celebratoria»- a la de «Fue». En la grabación, Cerati dejaba espacio para que el público cantara el estribillo. Y los colombianos hicieron los honores.

El final estaba más cantado que el tema elegido: «De música ligera», con Chris Martin en la pantalla, se imponía tanto por la presencia (virtual) de una estrella «anglo» como por la tradición de Soda de usar la canción para cerrar sus shows (y especialmente aquel «último concierto» de las «Gracias totales»). El líder de Coldplay grabó una versión más que decente y sonó acompañado por músicos con los que seguramente le gustaría contar, más allá del estatus de su propia banda. ¿Estará en persona en alguno de los shows futuros? Por ahora, habrá que seguir esperando.

Protagonista durante todo el show, en el final las pantallas sólo replicaban a gran escala lo que sucedía sobre el escenario: los músicos se abrazaban, Zeta apuntaba el índice derecho al cielo y luego levantaba sobre su hombro a Simón, Charly sonreía con la satisfacción de la tarea cumplida. Habían vuelto a tocar las canciones de toda su vida, a reencontrarse con su propio pasado y transformarlo en presente. Sin «ser» Soda, pero también sin dejar de serlo.

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