ENREMOLINOS

Adrián Taverna: “No hay un “cuarto Soda”. Soda Stereo son tres. Lo fue y lo será siempre”

Adrián Taverna fue entrevistado por Zeta Bosio y DJ Buey en el programa radial “Audio”, de Nacional Rock, hace algunas semanas. En una charla distendida, sobraron anécdotas de quien para muchos es el cuarto Soda, aunque él, de forma directa, aclaró que no lo piensa así:

Aunque la gente no lo crea, Adrián tiene contacto con la música electrónica también. Él ha trabajado en proyectos como PONCHO. Hiciste Creamfields, esas cosas… así como lo ven tatuado, pelo largo.

– Sí, sobreviví a todo eso. También estuve con Bajofondo aquel día en el Autódromo, que tocaron en la Creamfields con Gustavo. Un sábado tipo a las 7 por ahí. Fue 2008.

¿Y en alguno de esos proyectos electrónicos que Gustavo tuvo?

– Roken, por ejemplo, que fue uno de sus proyectos más extraños… no me animé. Tengo mis límites también. En realidad era como un proyecto que se le ocurrió a él en un momento, era como una zapada electrónica. No sé cómo definirla, pero yo no hacía falta. Pero bueno, mi contacto con la música electrónica no es el más potente que tengo, pero sí he participado en varios proyectos. Con Babasónicos… Yo en realidad he conversado más de música electrónica, por ejemplo con Melero. Hemos tenido grandes charlas con respecto a definir cuál fue el embrión con respecto a la música electrónica en el mundo y coincidíamos bastante.

La música electrónica ya formaba parte de la realidad… en el primer disco nuestro, fuimos los primeros que usábamos cajitas, secuencias, esas cosas.

– Sí, ese mix de la banda tocando con pistas o primariamente con los “coquitos”, una definición poco académica para una caja de ritmos, que marcaba Sobredosis de TV, por ejemplo. Fue una de las primeras, muy precoz. Fueron nuestros primeros coqueteos con la electrónica.

A Adrián lo conocimos operando para nosotros en Marabú.

– Claro. Yo ahí operaba a Virus todavía, pero todo ese año 1984, hasta que Soda grabó el primer disco, estaba ahí con las dos bandas. A fin de ese año ya…

Fuimos a verlo a Zárate la primera vez… operabas a Virus en un show de Zárate. Fuimos con nuestros autos, por nuestra cuenta, a ver el show de Virus y sonaron impresionante.

– Bueno, muchas gracias.

Ahí dijimos: “hay que ir por este muchacho”.

– Estaba caro el pase mío en ese momento (risas). Casi como el de Cristiano Ronaldo.

Nosotros teníamos a Angiolini en esa época.

– Claro, Marcelo era el manager y también hacía el sonido.

Él había tenido su empresa de sonido, había sido sonidista. Yo lo conocí a Marcelo haciéndole el sonido a The Morgan.

– Conozco la historia (risas). Ahí nos conocimos, les juro que Gustavo vivía a cinco cuadras de mi casa. Descubrimos mutuamente que subimos al mismo colectivo yendo a la agencia. Una cosa medio rara. Igual también el precursor de esto fue Charly Alberti en Pinamar. Yo estaba haciendo shows con Virus, vino a la prueba de sonido y me dijo “yo tengo una banda, que es la mejor banda de la Argentina”. ¡Todo esto mientras yo estaba probando sonido! Un irrespetuoso (risas). Yo estaba haciendo mi trabajo y me encaró así, me acuerdo perfecto. Fue en Pinamar, un teatrito de 200 personas, cuando se hacían las giras de verano. Así que vino por varios lados mi encuentro con Soda Stereo.

¿Y tu primer show como operador oficial de Soda cuál fue?

– En Marabú. Fue una serie en carnaval. Eran viernes y sábados, y creo que después hubo como una semana seguida también. La Democracia había llegado hacía cuatro o cinco meses, en Octubre del 83, y esto era Febrero del 84. Entonces había una avidez por joda, para divertirse. Veníamos de unos años horribles.

Eso fue un éxito, se llenaba, era un sótano en la calle Maipú, cruzando Corrientes… ahora es una tanguería. Era un sótano que no sé si cumplía con las normas de seguridad.

– Ninguna. Era bastante grande, entraban como 800 personas.

Era un sótano enorme con un escenario. Era un lugar donde se bailaba tango en los años 60 o 70. Se había heredado de ahí, entonces era como un escenario medio redondo con cortinas brillantes, medio teatro de revista.

– Bueno, ahora tiene una plaqueta en su puerta, que la ví el otro día, de que ahí debutó Troilo. O sea, es un lugar histórico.

Y también Soda Stereo…

– ¡Por eso! ¡Falta la nuestra!

Y después fue Halley… de Marabú pasó a ser Halley.

– Después estuvo una temporada cerrado, bastante larga me dijeron. Como 7 u 8 años. Y creo que al principio de los 2000 algún visionario lo reflotó.

¿Cuál fue el mejor show de Soda que operaste?

– Tuvimos varios… muchos en realidad. Yo el que más recuerdo es el primer Velez que hicimos. El primer Obras es inolvidable también.

Teníamos el sonido de Milrud.

– Sí, ese que se ven los videos con la escenografía tan particular.

Después vino una época donde Adrián terminó siendo mucho tiempo muy sonidista nuestro, trabajábamos con Robertone, amigo nuestro, nos unía una gran amistad. Pero después vinieron otras empresas que sonaban mejor y tuvimos que tomar la decisión de pasarnos de compañía y fue una decisión complicada.

– Sí, ahí también nos cambiamos de agencia. Para mí fue fuerte también, porque yo había dejado de laburar en Robertone para empezar con Soda.

Son cosas de la evolución también, porque no te podés quedar. Era como que sentíamos eso, que teníamos que avanzar. Sentíamos hambre, sentíamos que teníamos que seguir para adelante y buscar el fondo de la cuestión.

– Era lo mejor que había y que estaba en nuestras posibilidades. Yo estaba muy compenetrado con la banda, y ahí no dudé.

¿Hasta qué punto te sentís el “cuarto Soda”?

– Eso del “cuarto” la verdad que no me interesa. Yo me siento parte de Soda Stereo, de toda la carrera. Estoy muy orgulloso… y la verdad que lo del “cuarto”, “quinto”, yo que sé. No me interesa eso, me parece una discusión ridícula. No hay un cuarto Soda. Soda Stereo son tres. Y lo fue, y lo será siempre. Yo me siento parte de eso, nada más.

•Fuiste un miembro estable durante todas las épocas…

– Sí, realmente sí.

¿Faltaste a algún show alguna vez?

– Tuve uno en el que falté, en el 85 cuando falleció mi papá. Y en otro más, que se nos estiró una gira en México, o no sé dónde. Yo firmé un contrato para ir a grabar un disco a Los Angeles…

Ah, ¡sí! Que tuvimos que tener un suplente, era un gordo…

– Lorenzo, un amigo mío. Era el sonidista de Megadeth. Y le dije a mi amigo Lorenzo, que no hablaba español casi, y se los dejé (risas). Pero no, un profesional. Esos son los únicos dos shows que no hice de Soda.

Me acuerdo de ese show, porque fue una cosa rara. Fue en el 92.

– Lorenzo era un tipo de Primera A, primera línea. No podía dejar a cualquiera.

Sí, sí, fue una excepción. Mirá que pasaron cosas y todo, pero lo que sí es raro es que nunca llegamos a hacer un disco. Sí a medias, estuviste siempre dando vueltas por ahí, pero nunca…

– Sí. Siempre fui una opinión. Pero yo no me sentía en su momento capacitado, pero participé en muchos.

Yo creo que sobretodo Nada personal y Signos fueron discos de mucha exploración y eso armó con Mariano López una relación que creo que fue fantástica en el estudio. Digamos, cuando íbamos a buscar algo para hacer en estudio pensábamos en Mariano…

– Sí. El hizo esos dos discos, y después Dynamo, que se grabó en Supersónico, que era el estudio que montamos nosotros en nuestra sala. Lo fuimos a comprar a Los Angeles, lo cableé, lo soldé todo yo.

Nosotros éramos más seguros ahí. Nos animábamos a hacer más cosas. En Nada personal y Signos que nos animamos a hacer cosas raras fue por Mariano que tenía unas ideas loquísimas para la época, y que fueron las que nos asombraron y de alguna forma nos enseñaron mucho cómo había que encarar los discos. Después con experiencia y todo hicimos cada quilombo.

– Nuestro paso por Miami por Canción animal por ejemplo…

¿Te acordás de alguna anécdota?

– Me acuerdo de muchas cosas. Primero, entre Nada personal y Signos que salen los dos en menos de un año entre uno y otro, rarísimo. Nosotros no parábamos para grabar. De Lunes a Viernes era estudio, y los Viernes a la tarde era empezar a tocar. Estábamos a mil.

Para Nada personal alquilamos una quinta en el oeste, en Castelar, una quinta abandonada, hecha pelota.

– Tenemos una anécdota juntos de esa quinta. Nosotros veníamos de hacer el segundo Astros en el 85, y Zeta y yo nos quedamos en la quinta. Nos quedamos dormidos. Todos se habían ido cada uno a sus casas, y nosotros nos quedamos dormidos. El teléfono… era una época muy precaria, no había teléfono en el cuarto. Teníamos que estar a las 9 de la mañana en el Astros, y nos despertamos a las 12 del mediodía en Castelar, cuando no había autopista, nada. La sensación no me la olvido más. Nos subimos al Taurus L.

El Taurus L, mi auto…

– Y tardamos dos horas en llegar acá. Era horrible.

El auto era color crema, y el tapizado adentro era todo marrón. Era tan feo que le había puesto calcomanías.

– Era como un helado de crema y dulce de leche (risas).

Yo le había puesto calcomanías como una tabla de skate adentro.

– ¡Espantoso! Pero bueno… llegamos y teníamos que filmar el video en el Astros. No les dimos tiempo a que nos putearan, eso estuvo bueno. Porque llegamos, filmamos enseguida antes de que se abrieran las puertas, porque eso era lo que teníamos que hacer.

Claro, porque teníamos que hacer un show sin público para poner las cámaras, y hacer las tomas, para poder tener las tomas de frente bien.

– La mezcla de ese video, por ejemplo, es directa de mi consola. No había Pro Tools. Es en vivo. Y llegamos, filmamos, terminamos, y nos querían matar todos porque algo que teníamos para hacer en 10 horas, lo tuvimos que hacer en dos. Terminar de grabar, sacar las cámaras, abrir las puertas y empezar el show. Ahí sí nos re putearon.

Nos íbamos a vivir a la quinta básicamente por eso. Como estábamos trabajando, viviendo todos juntos, te levantabas, desayunabas y te ponías a laburar en los temas nuevos.

– La realidad era todo lo contrario (risas). Charly, nuestro contacto con la tecnología de la época, tenía una computadora. Y teníamos un jueguito… un sólo juego. Que era el submarino, ¿te acordás?

Tardaba media hora en cargarlo… Ibas esquivando minas, era una cosa de locos (risas)

– Se movía a una velocidad terrible.

¿Actualmente tenés un estudio? ¿la gente te puede contratar como productor?

– La verdad que no, no tengo. Es una estupidez, ¿no?

¿Pero no tenías un lugar en un momento?

– Bueno, Puro Mastering. Sigo siendo uno de sus dueños. No tengo redes sociales. Tengo que aprender, soy de otra época.

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Aunque la gente no lo crea, Adrián tiene contacto con la música electrónica también. Él ha trabajado en proyectos como PONCHO. Hiciste Creamfields, esas cosas… así como lo ven tatuado, pelo largo.

– Sí, sobreviví a todo eso. También estuve con Bajofondo aquel día en el Autódromo, que tocaron en la Creamfields con Gustavo. Un sábado tipo a las 7 por ahí. Fue 2008.

¿Y en alguno de esos proyectos electrónicos que Gustavo tuvo?

– Roken, por ejemplo, que fue uno de sus proyectos más extraños… no me animé. Tengo mis límites también. En realidad era como un proyecto que se le ocurrió a él en un momento, era como una zapada electrónica. No sé cómo definirla, pero yo no hacía falta. Pero bueno, mi contacto con la música electrónica no es el más potente que tengo, pero sí he participado en varios proyectos. Con Babasónicos… Yo en realidad he conversado más de música electrónica, por ejemplo con Melero. Hemos tenido grandes charlas con respecto a definir cuál fue el embrión con respecto a la música electrónica en el mundo y coincidíamos bastante.

La música electrónica ya formaba parte de la realidad… en el primer disco nuestro, fuimos los primeros que usábamos cajitas, secuencias, esas cosas.

– Sí, ese mix de la banda tocando con pistas o primariamente con los “coquitos”, una definición poco académica para una caja de ritmos, que marcaba Sobredosis de TV, por ejemplo. Fue una de las primeras, muy precoz. Fueron nuestros primeros coqueteos con la electrónica.

A Adrián lo conocimos operando para nosotros en Marabú.

– Claro. Yo ahí operaba a Virus todavía, pero todo ese año 1984, hasta que Soda grabó el primer disco, estaba ahí con las dos bandas. A fin de ese año ya…

Fuimos a verlo a Zárate la primera vez… operabas a Virus en un show de Zárate. Fuimos con nuestros autos, por nuestra cuenta, a ver el show de Virus y sonaron impresionante.

– Bueno, muchas gracias.

Ahí dijimos: “hay que ir por este muchacho”.

– Estaba caro el pase mío en ese momento (risas). Casi como el de Cristiano Ronaldo.

Nosotros teníamos a Angiolini en esa época.

– Claro, Marcelo era el manager y también hacía el sonido.

Él había tenido su empresa de sonido, había sido sonidista. Yo lo conocí a Marcelo haciéndole el sonido a The Morgan.

– Conozco la historia (risas). Ahí nos conocimos, les juro que Gustavo vivía a cinco cuadras de mi casa. Descubrimos mutuamente que subimos al mismo colectivo yendo a la agencia. Una cosa medio rara. Igual también el precursor de esto fue Charly Alberti en Pinamar. Yo estaba haciendo shows con Virus, vino a la prueba de sonido y me dijo “yo tengo una banda, que es la mejor banda de la Argentina”. ¡Todo esto mientras yo estaba probando sonido! Un irrespetuoso (risas). Yo estaba haciendo mi trabajo y me encaró así, me acuerdo perfecto. Fue en Pinamar, un teatrito de 200 personas, cuando se hacían las giras de verano. Así que vino por varios lados mi encuentro con Soda Stereo.

¿Y tu primer show como operador oficial de Soda cuál fue?

– En Marabú. Fue una serie en carnaval. Eran viernes y sábados, y creo que después hubo como una semana seguida también. La Democracia había llegado hacía cuatro o cinco meses, en Octubre del 83, y esto era Febrero del 84. Entonces había una avidez por joda, para divertirse. Veníamos de unos años horribles.

Eso fue un éxito, se llenaba, era un sótano en la calle Maipú, cruzando Corrientes… ahora es una tanguería. Era un sótano que no sé si cumplía con las normas de seguridad.

– Ninguna. Era bastante grande, entraban como 800 personas.

Era un sótano enorme con un escenario. Era un lugar donde se bailaba tango en los años 60 o 70. Se había heredado de ahí, entonces era como un escenario medio redondo con cortinas brillantes, medio teatro de revista.

– Bueno, ahora tiene una plaqueta en su puerta, que la ví el otro día, de que ahí debutó Troilo. O sea, es un lugar histórico.

Y también Soda Stereo…

– ¡Por eso! ¡Falta la nuestra!

Y después fue Halley… de Marabú pasó a ser Halley.

– Después estuvo una temporada cerrado, bastante larga me dijeron. Como 7 u 8 años. Y creo que al principio de los 2000 algún visionario lo reflotó.

¿Cuál fue el mejor show de Soda que operaste?

– Tuvimos varios… muchos en realidad. Yo el que más recuerdo es el primer Velez que hicimos. El primer Obras es inolvidable también.

Teníamos el sonido de Milrud.

– Sí, ese que se ven los videos con la escenografía tan particular.

Después vino una época donde Adrián terminó siendo mucho tiempo muy sonidista nuestro, trabajábamos con Robertone, amigo nuestro, nos unía una gran amistad. Pero después vinieron otras empresas que sonaban mejor y tuvimos que tomar la decisión de pasarnos de compañía y fue una decisión complicada.

– Sí, ahí también nos cambiamos de agencia. Para mí fue fuerte también, porque yo había dejado de laburar en Robertone para empezar con Soda.

Son cosas de la evolución también, porque no te podés quedar. Era como que sentíamos eso, que teníamos que avanzar. Sentíamos hambre, sentíamos que teníamos que seguir para adelante y buscar el fondo de la cuestión.

– Era lo mejor que había y que estaba en nuestras posibilidades. Yo estaba muy compenetrado con la banda, y ahí no dudé.

¿Hasta qué punto te sentís el “cuarto Soda”?

– Eso del “cuarto” la verdad que no me interesa. Yo me siento parte de Soda Stereo, de toda la carrera. Estoy muy orgulloso… y la verdad que lo del “cuarto”, “quinto”, yo que sé. No me interesa eso, me parece una discusión ridícula. No hay un cuarto Soda. Soda Stereo son tres. Y lo fue, y lo será siempre. Yo me siento parte de eso, nada más.

•Fuiste un miembro estable durante todas las épocas…

– Sí, realmente sí.

¿Faltaste a algún show alguna vez?

– Tuve uno en el que falté, en el 85 cuando falleció mi papá. Y en otro más, que se nos estiró una gira en México, o no sé dónde. Yo firmé un contrato para ir a grabar un disco a Los Angeles…

Ah, ¡sí! Que tuvimos que tener un suplente, era un gordo…

– Lorenzo, un amigo mío. Era el sonidista de Megadeth. Y le dije a mi amigo Lorenzo, que no hablaba español casi, y se los dejé (risas). Pero no, un profesional. Esos son los únicos dos shows que no hice de Soda.

Me acuerdo de ese show, porque fue una cosa rara. Fue en el 92.

– Lorenzo era un tipo de Primera A, primera línea. No podía dejar a cualquiera.

Sí, sí, fue una excepción. Mirá que pasaron cosas y todo, pero lo que sí es raro es que nunca llegamos a hacer un disco. Sí a medias, estuviste siempre dando vueltas por ahí, pero nunca…

– Sí. Siempre fui una opinión. Pero yo no me sentía en su momento capacitado, pero participé en muchos.

Yo creo que sobretodo Nada personal y Signos fueron discos de mucha exploración y eso armó con Mariano López una relación que creo que fue fantástica en el estudio. Digamos, cuando íbamos a buscar algo para hacer en estudio pensábamos en Mariano…

– Sí. El hizo esos dos discos, y después Dynamo, que se grabó en Supersónico, que era el estudio que montamos nosotros en nuestra sala. Lo fuimos a comprar a Los Angeles, lo cableé, lo soldé todo yo.

Nosotros éramos más seguros ahí. Nos animábamos a hacer más cosas. En Nada personal y Signos que nos animamos a hacer cosas raras fue por Mariano que tenía unas ideas loquísimas para la época, y que fueron las que nos asombraron y de alguna forma nos enseñaron mucho cómo había que encarar los discos. Después con experiencia y todo hicimos cada quilombo.

– Nuestro paso por Miami por Canción animal por ejemplo…

¿Te acordás de alguna anécdota?

– Me acuerdo de muchas cosas. Primero, entre Nada personal y Signos que salen los dos en menos de un año entre uno y otro, rarísimo. Nosotros no parábamos para grabar. De Lunes a Viernes era estudio, y los Viernes a la tarde era empezar a tocar. Estábamos a mil.

Para Nada personal alquilamos una quinta en el oeste, en Castelar, una quinta abandonada, hecha pelota.

– Tenemos una anécdota juntos de esa quinta. Nosotros veníamos de hacer el segundo Astros en el 85, y Zeta y yo nos quedamos en la quinta. Nos quedamos dormidos. Todos se habían ido cada uno a sus casas, y nosotros nos quedamos dormidos. El teléfono… era una época muy precaria, no había teléfono en el cuarto. Teníamos que estar a las 9 de la mañana en el Astros, y nos despertamos a las 12 del mediodía en Castelar, cuando no había autopista, nada. La sensación no me la olvido más. Nos subimos al Taurus L.

El Taurus L, mi auto…

– Y tardamos dos horas en llegar acá. Era horrible.

El auto era color crema, y el tapizado adentro era todo marrón. Era tan feo que le había puesto calcomanías.

– Era como un helado de crema y dulce de leche (risas).

Yo le había puesto calcomanías como una tabla de skate adentro.

– ¡Espantoso! Pero bueno… llegamos y teníamos que filmar el video en el Astros. No les dimos tiempo a que nos putearan, eso estuvo bueno. Porque llegamos, filmamos enseguida antes de que se abrieran las puertas, porque eso era lo que teníamos que hacer.

Claro, porque teníamos que hacer un show sin público para poner las cámaras, y hacer las tomas, para poder tener las tomas de frente bien.

– La mezcla de ese video, por ejemplo, es directa de mi consola. No había Pro Tools. Es en vivo. Y llegamos, filmamos, terminamos, y nos querían matar todos porque algo que teníamos para hacer en 10 horas, lo tuvimos que hacer en dos. Terminar de grabar, sacar las cámaras, abrir las puertas y empezar el show. Ahí sí nos re putearon.

Nos íbamos a vivir a la quinta básicamente por eso. Como estábamos trabajando, viviendo todos juntos, te levantabas, desayunabas y te ponías a laburar en los temas nuevos.

– La realidad era todo lo contrario (risas). Charly, nuestro contacto con la tecnología de la época, tenía una computadora. Y teníamos un jueguito… un sólo juego. Que era el submarino, ¿te acordás?

Tardaba media hora en cargarlo… Ibas esquivando minas, era una cosa de locos (risas)

– Se movía a una velocidad terrible.

¿Actualmente tenés un estudio? ¿la gente te puede contratar como productor?

– La verdad que no, no tengo. Es una estupidez, ¿no?

¿Pero no tenías un lugar en un momento?

– Bueno, Puro Mastering. Sigo siendo uno de sus dueños. No tengo redes sociales. Tengo que aprender, soy de otra época.

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