Marzo de 1988. Tras el éxito de ventas que significó la edición de Ruido blanco, Soda Stereo encaminó su carrera hacia la conquista de uno de los mercados más llamativos para los artistas de este lado del mapa: Estados Unidos. Con el suceso de las dos giras que tuvieron al trío recorriendo el continente, el grupo se posicionó firme frente a la discográfica, y solicitó contar con los recursos necesarios como para poder lograr el objetivo.
De esta manera Alberto Ohanian, quien producía a la banda desde 1985, recibió la inquietud de una banda que se sabía dominaba el mercado latino: Soda Stereo quería filmar una película, preparar su nuevo disco, contar con Carlos Alomar como productor de ese nuevo LP, y apuntar al videoclip que promocionara ese nuevo trabajo, con un detalle: debía ser filmado en la Isla de Pascua.
Ohanian debería intermediar entre lo que Soda Stereo pedía, y lo que CBS quería aportar a su artista estrella.
Tras distintas reuniones, la compañía no accedió a lo que el grupo solicitaba. El dinero con el que CBS ayudaría podría ser utilizado solamente para grabar el nuevo disco, contratar el estudio de grabación, y poder trabajar con Carlos Alomar como productor. La idea del videoclip fue postergada en virtud de los costos que tuviera la grabación. La película finalmente sería descartada.
Ante esta negativa, el grupo se puso inmediatamente en contacto con Carlos Alomar, quien estando en Nueva York propuso los estudios Power Station como bunker definitivo para preparar lo que sería Doble Vida. Los Soda no quedaron convencidos.
Se decidió entonces que Ohanian viajara a Nueva York para ver instalaciones que pudieran ser acordes a los requirimientos del grupo mientras la banda seguía ensayando en Argentina preparando los demos para el trabajo final. Antes de partir, y previendo no encontrar ningún estudio que lograra satisfacer lo que Soda Stereo buscaba, Ohanian contrató los estudios Panda en Buenos Aires para quedar cubierto ante cualquier eventualidad.
Ante la indecisión de qué estudio utilizar, Ohanian y Alomar acordaron que el grupo viajaría a Estados Unidos, y comenzaría primeramente a ensayar, y luego se decidiría qué estudio contratar. El trío viajó en Mayo hacia Nueva York.
«Mi plan era sencillo«, comentaría Carlos Alomar a EnRemolinos.com en el año 2012. «Primero, invitarlos a Nueva York a interpretar sus canciones en un estudio apropiado de ensayos; odio cuando se desperdicia dinero para ensayar en un estudio de grabación. En este caso, ellos no serían distraídos por amigos, lugares, o llamadas telefónicas«.
«En segundo lugar«, continuó, «tendrían posibilidades de re-escribir o arreglar cualquier canción, en cualquier momento del día o de la noche. Y en tercer lugar, esto me permitiría hacerme una idea más aproximada acerca de su sonido. Esto era importante, ya que me permitiría determinar al ingeniero de sonido, de mezcla, dónde grabaría, así como también quién dirigiría el producto final«. Con todo esto sabido, los Soda Stereo se encontraron con Alomar a partir del 2 de Junio para comenzar la última tanda de ensayos previos a la grabación.
Alomar notó enseguida que estaba frente a una banda real. «Lo primero que me llamó la atención fue el maravilloso rango vocal de Gustavo. Es un virtuoso guitarrista rítmico principal, con una particular habilidad para cantar y escribir hits. Me pareció muy inteligente, calculador y serio en cuanto a la banda«, nos contaría. «Con Gustavo, todo era negociable, aunque él comprendía las fortalezas y debilidades de su banda, y se esforzaba por mantener su imagen y dirección«.
Por otra parte, destacaría el rol clave que jugaba Zeta Bosio en este trío: «El rol de Zeta era colaborativo y de apoyo. Nació para ser bajista, fuerte y alto, y por alto quiero decir “directo”: él siempre expresaba lo que pensaba, y pensaba lo que decía. Zeta siempre se encargaba de mantener la unidad en el grupo«.
Por último, para Alomar, Charly Alberti era un baterista “implacable”: «Charly era un verdadero dulce y encantador, el cual tenía todos los atributos de un galán. Charly, como muchos jóvenes necesitaba dormir mucho, y no tenía arrepentimientos al hacerlo, sin importar dónde. En ocasiones lo veía acostado en la alfombra, cabeceando en una silla, o descansando en posición fetal en un sofá. Me hacía acordar a un gato. Su respuesta a todo era siempre positiva y con una sonrisa radiante. Era tranquilo y tímido, y me parecía muy entrañable«.
«Nosotros hicimos una preproducción en Buenos Aires«, contaba Cerati sobre aquella primera semana de ensayos. «Los temas ya estaban bastante orientados. Los que ya estaban bien mejoraron el sonido y todo el audio, y los que aún no sonaban del todo bien terminaron fantásticos porque Alomar logró sacarles el jugo«.
Para Charly Alberti esas primeras sesiones fueron también productivas: «Era prácticamente la primera vez que le entregábamos los temas a alguien para que los hiciera sonar. Alomar se situó en un punto super objetivo, aceptando lo que sonaba bien, y apuntando como flojos precisamente a los que no teníamos del todo seguros. Eso fue una coincidencia, el tipo había entendido lo que queríamos«.
Tras aquella experiencia que permitió pulir detalles y darle forma a los nuevos temas de Soda Stereo, Carlos Alomar recomendó grabar el disco en los estudios Sorcerer Sound, en el Chinatown de Nueva York: «Nos decidimos por este estudio porque económicamente se encontraba a nuestro alcance y porque sabíamos que nadie interrumpiría nuestras sesiones. Básicamente el lugar nos pertenecería mientras estuviéramos allí«. Se contrataron 220 horas.
La fecha marcada para el ingreso al estudio fue el 13 de Junio. Las jornadas comenzarían a las 10 de la mañana, puntual, y se extenderían hasta las 22. El grupo viviría en un apartamento alquilado en la ciudad universitaria, a pocas cuadras del estudio. Se contrató a una cocinera personal que los alimentaría durante las grabaciones. También contarían con televisión cable las 24 horas, videocassettera, compact disc, y dos piezas en el estudio para descansar o dormir.
Soda Stereo llegó a Nueva York con casi 20 canciones armadas. «Nos decidimos por 9 de ellas«, apuntó Alomar. «Pero acordamos que tan pronto como tuviéramos los arreglos adecuados, posiblemente escribiéramos algunas más«.
Con Andy Heermans como técnico, y Shawna como asistente, Soda Stereo grabó primeramente las bases del disco tocando junto al tecladista Daniel Sais, todos al mismo tiempo, método que no habían utilizado en sus discos anteriores. Después sólo retocarían lo registrado, agregando algunas guitarras más con la presencia incluso del propio Alomar.
«Me acuerdo que el primer día pensamos que se iba a grabar la batería y poner algunas voces de referencia, ¡y no!«, recordaba Zeta. «Alomar nos dijo que íbamos a tocar todos juntos… ¡buenísimo! Dejar todo grabado era una idea muy copada porque el resultado tiene cosas muy particulares«.
«Eran sesiones de 10 o 12 horas«, comentaría Alberti a El Musiquero. «Trabajábamos a un volúmen medio, audible, normal, ni alto ni bajo, cómodo, no te cansaba. Y había algo fundamental que era el ritmo de trabajo que te daba Carlos que era increíble: por ahí había un bajón después de 5 o 6 horas de laburo, entraba él y se energizaba todo«.
La grabación fue perfecta y directa, sin contratiempos, lo que marcaba claramente una diferencia ante lo que había sido la creación de Signos, casi dos años antes. Para Alomar algunos temas destacaron desde un principio: «Canciones como La Cúpula y En la ciudad de la furia sonaban como clásicos desde el comienzo, con guitarras al frente por momentos y más de fondo en otros«. El propio Alomar sentía que esos temas representarían lo mejor del rock argentino. «A veces no es posible estar totalmente consciente de que uno está creando un éxito, y a veces se es bendecido por caerle uno como llovido del cielo«.
Para Zeta «la grabación en sí fue corta. Tardamos muy poco en hacerla, tardamos lo que necesitábamos y no más que eso. Pudimos experimentar lo que quisimos, lo que necesitamos. Había una actitud abierta de probar, de experimentar. La cosa consiste en que a veces se malgasta la energía porque se deriva hacia donde no tiene que ir. Nuestra sensación fue que el sonido logrado acá, nuestro sonido, fue respetado, salió tal cual es, no pasó por ninguna picadora de carne«.
Por su parte, para Charly Alberti la estadía en Estados Unidos, y la grabación de Doble vida, significó un replanteo en su set habitual: «Cuando terminamos la gira yo decidí armar mi nuevo set, en gran parte acústico, un poco “volviendo a las fuentes”, y por otro lado, encontrando el sonido que realmente deseaba. Desde mi punto de vista lo que hice en este disco fue muy variado. Hubo cosas como mucha expresión al Hihat, por ejemplo, lo que es fantástico ya que muchas veces metés cosas que ensucian o embarullan, que no quedan claras, por exceso de golpes, fills, etc«.
Para Gustavo el trabajo con Alomar fue impresionante, y lo dejaría claramente evidenciado en cada una de las notas que el grupo realizaría como promoción del disco. «Nos encontramos con un tipo fantástico, de un humor muy up, y que interpretó perfectamente lo que el grupo quería«.
«Fue mucho más de lo que pensábamos. No hubo ni la más mínima discusión sobre conceptos o cosas que podían resultar difíciles«. La relación de Alomar con los Soda fue de amistad. «Comíamos juntos, salíamos juntos… fue muy positivo para nosotros«.
En su regreso a Buenos Aires Gustavo describiría a Doble vida como «una mezcla entre el sentimiento up de Nada personal y la musicalidad de Signos. Es el regreso de la banda a algo más funky y soul, con una temática más terminada y un sonido más cercano al disco en vivo. Tiene cositas como que empieza en mono hasta la primera estrofa y de golpe ¡trac!, se abre a stereo«.
El disco finalmente sería editado el 15 de Setiembre de 1988, tanto en vinilo como en cassette, transformándose en uno de los puntos más altos en la carrera discográfica de Soda Stereo.
«Yo creo que el álbum se convirtió en el verdadero despegue de Soda Stereo«, concluiría Alomar. «Creo que continúa siendo uno de sus más grandes logros, así como uno de los míos«.
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