El concierto que Gustavo Cerati ofreció el sábado en el Velódromo Municipal comenzó cerca de las 22 horas bajo un cielo amenazante y con una puesta en escena muy cuidada desde el punto de vista estético. El escenario estaba dotado de grandes telones que simulaban naturaleza verde, de un importante juego de globos que cambiaban de color y de una bola de espejos que acompañó el perfil discotequero de algunas canciones del ex Soda Stereo. También la vestimenta de Cerati y sus músicos cambiaron a lo largo del show.
El primer segmento estuvo dedicado exclusivamente a interpretar el contenido del disco Fuerza natural. Si bien el público uruguayo todavía no maneja de memoria esas canciones, no fue impedimento para el disfrute general, sobre todo por los matices que ofrece este nuevo repertorio, con aires de folk, pop, rock, música electrónica, psicodelia y pasajes acústicos. Así deleitó a los presentes, alternando sus siete guitarras con títulos como «Deja vu», «Magia», «Amor sin rodeos», «Tracción a sangre», «Desastre», «Naturaleza muerta» y «He visto a Lucy». Cerati explicó que algunos de ellos fueron compuestos en Uruguay, a donde viaja asiduamente. «¿Conocen mi nuevo álbum? Si no es así, este es un buen momento para digerirlo», sugirió el argentino.
Considerado un prócer del rock rioplatense, resulta avasallante en vivo. Los arreglos guitarreros de sus canciones y los matices electrónicos que imprime en parte de su repertorio hacen del show una verdadera oda al rock pop de calidad, buen gusto y ambicioso estilo interpretativo. La sensualidad del artista y de su repertorio terminan de completar un combo ante el cual es muy difícil no rendirse.
«Esto debería llamarse Buenos Aires», dijo el artista, y muchos gritaron «¡No!» en forma espontánea. Resultaba desconcertante poner oídos en los comentarios del público: en la Platea Vip un grupo pedía que interpretara un tema de Piñón Fijo o de Jorge Nasser, otros imitaban a «Pomelo», el personaje de Diego Capusotto. Pero la constante fue disfrutar al máximo, casi con atención respetuosa, el desarrollo del espectáculo.
Cuando promediaba la mitad del concierto, la lluvia se largó sin piedad sobre los miles de personas que tuvieron distintas reacciones: unas se refugiaban en los paraguas que habían llevado por precaución, otras optaron por retirarse. Cerati preguntaba todo el tiempo: “¿Están bien ahí?, ¿tienen la fuerza natural bajo control?, ¿están disfrutando o es un desastre?”. Y con compasión trató de hablar poco y de completar el itinerario trazado a velocidad crucero.
Los clásicos de su carrera solista se sucedieron en esas condiciones, pero su arte pudo mucho más que el diluvio. Poco importó embarrarse y estar más de una hora bajo agua. «Crimen», «Adiós», «La excepción», «Lago en el cielo» y «Jugo de Luna», incluidos en el disco anterior, Ahí vamos, llegaron sobre el final y dejaron a todos plenamente satisfechos.
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