Gustavo Cerati ofreció un magistral espectáculo el pasado sábado 15 de mayo en el campo de fútbol de la Universidad Simon Bolívar, en una atmósfera repleta de neblina, rodeado de pinos, montaña, lluvia y mariposas que se acoplaron perfectamente a la puesta en escena diseñada por el inglés Martin Phillips (quien ideó la pirámide lumínica de Daft Punk).
El silencio se quebró a las 8:30 con el piano que comienza «Sal», como introducción sonora apropiada para observar un barco en el que abordan lentamente los músicos al escenario con ínfulas de guerreros con determinados atributos épicos, trajes negros adornados con mecates plateados, cual marineros de una tripulación sónica al mejor estilo de Tim Burton.
Gustavo permanece firme con mirada al infinito alumbrado por una luz cenital, por un instante se voltea a recibir la Gretsch, que sirve para entonar los primeros acordes de Fuerza natural. Zarpando en la nave hacia alta mar con la naturaleza sincronizada sirviéndole cómplice, ofreciendo espesa neblina y toda suerte de entes voladores que fueron, que duda cabe, parte de la puesta en escena.
«¡Ve-ne-zue-la! ¡Magia para todos!«. Viene la canción que promociona actualmente, asombroso el sonido de las melodías que ofrecen dos Lap Steel Guitar, a cargo Coleman y Córdoba. Sumando el solo que ofreció Cerati para el final resultó en un completo shampoo de armonía directo a la cabeza de todo el que volaba en esa montaña.
«¿Cómo les va? Este es el último concierto de este tramo, ¡bien elegido! Las cosas pasan por algo…» Y al unísono comenzó el «Deja vú», tema que sirvió para que el público se despertara de la hipnosis y se prestara para cantar el coro, al tiempo que el líder recorría el escenario en su esplendor como si tuviera 20 años menos, de izquierda a derecha expulsando centellas de su guitarra como buen maestro de ceremonia.
«Con las luces encendidas se alborotan los bichos. Ya tengo una langosta en el pelo… ¡Umm!, y me hace bien» Entonces con la alegría que caracteriza el acorde: F (fa), ejecutado con la destreza de un guitarrista grosso, comienza el «Desastre», masajeando miles de tímpanos con el sonido perfecto de un modelo Stratocaster que inundó de entusiasmo el campo, la montaña y hasta unas gotas cayeron del cielo para completar el embrujo.
Bajando un poco la marea, sentado con una acústica en las piernas, nos muestra el lado más cercano a Bob Dylan que ha tenido en su carrera: «Amor sin rodeos», al término Gustavo incita al público a silbar para levantar las yeguas para seguir con «Tracción a sangre». Destacó la cohesión entre 4 guitarras, sí… 4. Nalé, quién normalmente toca el bajo, se guindó una guitarra también.
“Veo muchas nubes ahí encima de ustedes, o será que están fumando algo… Bue… ¡Nos comimos otra cosa!”. Pobres en el público no sabíamos lo que nos venía… Un arpegio de guitarra encantada dio vida a «Cactus», tonada que trata de un viaje mental proveído por alguna planta reveladora que hizo levitar el estadio, escuchando coros precisos mientras Sama le pegaba con firmeza a un tambor de folklore argentino.
“Un tema de Bocanada”. «Perdonar es divino», comenzó con una secuencia que cada vez que sonaba el redoblante se encendían luces estroboscópicas mientras se incorporaban las guitarras y los fanáticos de este disco gritaban de alegría al escuchar a Cerati repasar el surco..
“Richard Coleman” y entonces se vino: «Uno entre mil», primer tema de Ahí vamos. Recuerdo en la gira anterior Richard solo cantaba una estrofa. Esta vez se la llevó completa y bien merecida. Aquí comenzaron las guitarras a hacer ping pong en los parlantes, rebotando en orejas extasiadas, un manjar de distorsiones que rindió honor a la placa de donde se extrae.
«Ahora voy a pedir que por favor apaguen los celulares, si vos allá te pido apágalo! Y veamos cuanto bien le hacemos al planeta… Parece un discurso deeee… ¡Pero NO!… Hay que tener cuidado con esos tipos, especialmente cuando funcionan como artefactos». Rueda la secuencia de «Artefacto» manifestándose: Siempre es hoy, con un juego de luces cónsono para la ocasión. Me gustaron mucho los coros, Gustavo siempre ha sido un buen cantante y esta vez con el apoyo de estos músicos suena de fábula la parte vocal. Anita aparte de encantar con su voz, se pone muy sensual, le da equilibrio visual y auditivo al combo.
«Rapto» continuaba el viaje con el estruendo armónico de las guitarras divididas en secciones esparciéndose en la neblina como un masaje para el oído, sonó muy bien, la audiencia se sumo a las palmas mientras Gus se confesaba atraído por generar el síndrome de Estocolmo. Sorprendente final para el tema de manera inesperada, una clase de veneno rockero sureño marchante.
El track #10 de Fuerza natural, ese que tiene el voltaje mas alto del disco, mostró a un Samalea preciso en hi-hats bajo el efecto «Dominó», al tiempo que las guitarras se mimetizaron entre riffs electrizantes, muy sabrosa la sensación de escuchar la potencia de la banda, dejando claro que si de algo saben es de Rock and Roll.
Entonces llegó un espacio que difícilmente olvidaré: «Sal». La voz de Gus con el efecto de leve eco que trae en su versión original, reverberando en millones de neuronas, esto es lo más cercano a un show de Pink Floyd que yo haya estado y apenas era el comienzo. El clímax vino justo cuando empieza el Outro, esa parte electrónica de la pieza que te deja pidiendo más cuando escuchas el álbum.
En esta sección se caen las telas negras que estaban en el fondo y aparece un tramado de esferas blancas inflables de las que mas adelante brotaría color mediante led. Fue tan arriba el firmamento a esta altura que de pronto mire por primera vez las pantallas observando imágenes de nubes y mareas mientras que nos encontrábamos rodeados de un nubarrón con apenas una llovizna, es decir estábamos viviendo lo que sugería el trabajo visual.
Cuando emprenden esta pieza en vivo se la desquitan, se quedan entregados a un golpe de bombo punzante que sacude las teclas digitales perforadas por un láser verde que iluminaba al líder evocando la trama del arte que viene impresa en el compacto. Se funde el escenario en blackout y en un instante pensé que Tricky estaba ahí en tarima, al menos en forma de onda seguramente estuvo.
Se apagan las luces por completo y se acerca una guitarra doble mástil al centro del escenario… Gus comenta: “Véanla, una maravilla… Nomás hay una, es mía y solo para tocar esta canción… Digo yo…”.
Se trataba de una guitarra Mosrite, muy parecida a la que usaba Joe Maphis. Con el puente superior de 12 cuerdas interpretó los arpegios de las estrofas mientras que con el inferior de 6 las partes charrasqueadas, los espacios funk por así decirlo. Sonaba entonces el único tema de la noche que no era de su autoría.
«Trátame suavemente», la canción que cautivó el público en su mayoría, una obra original de Daniel Melero que se incluyó en el primer LP que publicó Soda Stereo en el año 1984. Ensayado para ser tocado junto Andrés Calamaro, a pesar que sonó muy bien, no contaba con la fuerza que tenía el resto del repertorio. Seguramente fue incluida para que el público cantara y se llevara una dosis de Soda.
«He visto a Lucy», es el lugar en el que Cerati pertenece a los Beatles. Una de las creaciones más elevadas del músico trajo consigo un viaje lisérgico, una muestra de divinidad musical. Una voz clara serpenteando entre timbres de guitarras enlazadas a firmes líneas de bajo.
Gustavo emocionado abandonó el escenario dejando la banda en pleno trance alucinógeno. A mí se me hizo inspirador ver a los guitarristas bailando, disfrutando del placer de la música, rasgando cuerdas con delicadeza, realmente parecían parte de un cuento de hadas, alumbrados por un espectro de luz multicolor, mágico, mágico… Confort y música para volar.
Con un traje blanco en su totalidad retorna el artista a escena, vuelve a explicarnos que la primera parte se trataba de canciones enfocadas en Fuerza Natural y que la segunda parte sería de temas de Ricardo Montaner. Mucha risa el humor característico de Gustavo.
Luego dijo: “Sin ánimos de ofender a nadie eh… Me sé mis temas si acaso”. Se acercó Barakus a entregarle un lujo de guitarra electroacústica que a lo lejos parecía una Taylor. Antes de comenzar la pieza aclaro que nunca la había incluido en algún repertorio para ser tocada antes.
«A merced», la última tonada de su placa debut. Interpretación sublime, la banda se fue incorporando paulatinamente y al termino del aria Cerati incluyó frases de Amor amarillo, una dinámica que repite usualmente Gustavo. Si recordamos en el tour Ahí vamos, al finalizar «Jugo de Luna», le ponía el arpegio de «Estoy azulado». Este recurso de incluir fragmentos de un tema dentro de otro lo usa tanto Spinetta como Charly.
Siguiendo en la ruta del Amor amarillo emerge «Pulsar». El guitarrista se deja llevar por un viaje hacia la redención, ondulando en pleno disfrute, desnudando su salvaje corazón para una audiencia que gozaba del conjunto de sonidos electrónicos y orgánicos en densa polifonía. Un estadio que danzaba deslumbrado con la pasión que germinaba de la tarima.
Convoca al frente del escenario a la sirena que embelesaba un estadio fascinado con su tarareo. Anita se muestra tímida en el borde y Gustavo aprovecha el ínterin para aclarar que la frase que da nombre a la próxima melodía proviene de Venezuela: «Te llevo para que me lleves». Contrapunteo generoso entre voces que cautivarían hasta un sordo.
«Chicas malas, chicas buenas…». «Marea de Venus», la única pieza de Colores santos, la aventura sonora junto a Daniel Melero, una partitura que detonaba de color el escenario a la par de una vibrante realización llevada a cabo por una orquesta de rock cadencioso.
Mis oídos llegaron a su pico mas alto con el punteo que abre: «Vivo», durante todo el concierto quedé atónito, pero en este segmento la guitarra de Gustavo emulaba la tecla de un Steinwai de cola. ¡Qué resonancia! Trataba de agradecer a toda la banda juntando mis manos, como rezando a tan elevada experiencia auditiva, ¡qué placer, mi madre santa!
«La excepción» trajo la distorsión de vuelta, los amplificadores confesando hercios de poder cuando de pronto me encontré volando en alta sonoridad, celebrando junto a Gustavo el hecho de que durar sea mejor que arder. Los músicos tocando en cuadrilla como soldados de una maquina arrolladora.
A mas de la mitad de la obra escuché como se viró la música, pensando que me traicionaba mi cerebro en un instante reconocí «Rebel Rebel» del inmenso «Diamond Dogs». Como un tributo a David Bowie que vuelve a caer otra vez en: «Mecanismos de ilusión, todo el mundo nena… es impostor», para luego estallar otra vez en el coro.
Amagando se despide la banda y ya yo empezaba a imaginar la terminación de una parábola, en el fin de una corte medieval que pasó cual polvo cósmico sobrevolando las montañas del valle de Sartenejas. Imaginaba a 5 caballeros junto a una hermosa damisela a caballo retornando airosos de librar una batalla galáctica de estruendo armónico vibrante. En la ruta del jinete enmascarado.
En el fondo sabía que volverían con el encore, así que procure retener todo momento de placer, antes de que sea tarde. Volvió a mi mente una sensación habitual, era el sample de teclas de «Crimen», resonando la atmósfera y Gus con su PRS: Multifoil modelo especial, reforzando moléculas con su garganta como instrumento natural generando la balada que le diera el premio durante el 2007 en el renglón: mejor canción Rock en los Grammy Latinos.
«¡Ya cobré… me voy de fiesta!». Revienta un estallido de colores y formas de luminosidad salpicando al compás de «Paseo inmoral», secuencia electrónica de golpe profundo atado a guitarras fulminantes que comenzaron a repercutir la atmósfera, entretanto Gustavo seguía detrás del corazón moviéndolo lentamente. Mucho poder en el runrún de un conjunto acoplado en un derroche de perfección.
Gustavo presenta su banda lujo, uno por uno cada músico fue digno de ovación, en lo particular disfrute bastante del humor que gozaba el líder presentando su cuadrilla, divirtiéndose al abordarlos y bromeando con el sombrero de Nalé, reía diciendo que se lo había regalado Steven Tyler pues estarían en el mismo piso del hotel. Para este punto el barco estaría cerca de la orilla luego de un periplo apoteósico.
Lo único lamentable de este concierto es que todo lo que empieza está condenado a terminar. Alucinado por el desarrollo del espectáculo, Cerati contemplaba la multitud agradecido, dirigiéndose a la audiencia con fervor se llevó la mano a la parte izquierda de su pecho y pronunció la palabra: “Lindos”, para recitar el principio del final augurando: “Un lago en el cielo para todos ustedes”.
La Orquesta declamaría la estocada final, modulando una melodía de aire deslumbrante. Versión en directo emprendida con pericia por un conjunto que logró desafiar la gravedad antes de desaparecer de la escena. El argentino brotaba resplandor empleando su clásica guitarra PRS con la sapiencia de un maestro que servía de piloto sobrevolando en un estruendo que dejó a los oyentes hechizados, vibrando al ritmo de un desenlace electrizante.
Alguna vez escuché en una entrevista que «Lago en el cielo», es una frase que viene del «I CHING». El libro de los cambios o las mutaciones, que invitaba al lector a ser un lago en el cielo, como un estado de felicidad absoluta.
| Por: Juan Ernesto Badell Faria para SodaFans.com |