El primer gran desafío de Soda Stereo a principios de 1989 y tras cortar el vínculo con Alberto Ohanian fue el de poder valerse por sí mismo sin una productora externa que sostuviera las ideas que el grupo quería llevar adelante. En tal sentido, decidieron fundar Triple Producciones y encarar sus objetivos de manera netamente personal. “Nos embarcamos en la realización del video de “En la ciudad de la furia” quizás para disimular que no teníamos ningún proyecto para salir de gira”, confiesa Zeta Bosio en su autobiografía Yo conozco ese lugar; “lo produjimos totalmente solos y sin el apoyo de ninguna compañía, como una superproducción autogestionada. El plan era hacer un video impactante, de calidad cinematográfica, para conseguir un cambio de imagen fuerte y que nadie se cuestionase si estábamos preparando o no nuevo material”.
Existen letras que reflejan imágenes, canciones que funcionan como retratos y que se convierten en himnos por el contexto en el que fueron creadas. “En la ciudad de la furia” es uno de esos ejemplos, tal vez el más representativo en la carrera compositiva de Soda Stereo y sobre todo en la pluma personal de Gustavo Cerati.
La idea de una ciudad agobiante que funciona como prisión, de la doble cara entre el día y la noche. La idea del ser y el parecer, del llano y la altura, del encuentro y la perspectiva. De la susceptibilidad de una Buenos Aires sumergida en la hiperinflación. De la furia y esa manera sutil de retratar la crisis social y política de la Argentina de fines de los ochenta.
Según confesó el propio Cerati, el riff principal de guitarra fue retomado de una canción que le compuso a una novia cuando tenía 14 años. También gran parte del retrato que sugiere su lírica tiene base en su infancia: el protagonista de la canción está inspirado en Argos, un superhéroe medieval creado por Gustavo cuando de chico dibujaba personajes a modo de entretenimiento.
“En la ciudad de la furia” nos presenta a un personaje alado y solitario que sobrevuela Buenos Aires por la noche, pero que al mismo tiempo siente que ese vuelo lo une con los demás. Se hace también presente el mito griego de Ícaro cuando, al descansar, el hombre alado se sumerge entre las tinieblas ante el riesgo de que el sol derrita sus alas.
El guión del videoclip partió de una vieja idea que Alfredo Lois había tenido cuando era estudiante en el Instituto Nacional de Cinematrografía. “La había pensado para un corto que finalmente nunca pude filmar por problemas de producción”, le confesó al Suplemento Sí. “Era la historia de un hombre muy viejo, con una enfermedad terminal. Al operarlo, le descubren adentro toda una ciudad”.
Con el boceto bajo el brazo, Lois se juntó con Gustavo Cerati y reformularon aquella idea para darle forma al guión definitivo. “El video surgió del espíritu del tema”, explicaría Cerati; “la estructura tiene algo de fábula. Un hombre alado es de por sí un personaje de fábula. La idea que flota es la de la contraposición entre la noche y el día, entre la creatividad y el agotamiento de la rutina, entre la juventud y la vejez”.
“Las pruebas del clip las hicimos con una cámara hogareña que tenía Gustavo”, recuerda Zeta. “Fue un ensayo en miniatura, con una muñeca de juguete, un anaquel enrejado de heladera, y luces y sombras en blanco y negro que reproducían la figura de un personaje alado y perdido de Buenos Aires”.
El protagonista principal del video es un joven bailarín, interpretado por Alejandro Lamas, quien expresa lo que le ocurre a lo largo del día y utiliza la danza como liberación. En contraposición está la imagen del viejo, interpretado por Abel Ullúa. “Nosotros, la banda, somos algo así como el tercer personaje del video, los narradores de la historia”, explicaría Gustavo.
“Resolvimos que queríamos la textura y el estilo de las películas de cine noir norteamericanas de los años 50”, agrega Zeta Bosio, “con una historia protagonizada por un bailarín y en un contexto particular: la Argentina estaba viviendo momentos muy convulsionados, con la hiperinflación y los saqueos, la gente estaba movilizándose, y ese clima de inestabilidad le daba a la canción un nuevo sentido, al menos en el ámbito local”.
El domingo 14 de mayo de 1989 Carlos Menem ganó las elecciones presidenciales ante la decisión de Raúl Alfonsín de adelantar el cambio de mando previsto para fines de ese año. Esa misma semana, entre el 9 y el 16 de mayo, Soda Stereo rodó el videoclip en distintos escenarios de Buenos Aires, tomando como base el edificio conocido hoy en día como Museum, y que en aquel entonces era una fábrica abandonada de molinos de viento en el barrio porteño de San Telmo, diseñada por Gustave Eiffel, el mismo autor de la icónica torre parisina.
“Nunca se hizo algo de este nivel de producción para un corto musical en la Argentina”, le contó Carlos Alfonsín, jefe de producción y asistente de dirección, al Suplemento Sí de Clarín. “Acá (en Museum) realizamos prácticamente todas las tomas de interiores, en las que invertimos cuatro días de filmación. El resto fueron tomas aéreas de Buenos Aires desde un helicóptero, las escenas en la terraza del Sheraton y en otros exteriores de la ciudad”.
La principal característica en la que se centró la producción fue en la calidad de la imagen, lo que se aclaró públicamente en todas las entrevistas que se dieron a los medios gráficos de la época: el proceso de filmación fue realizado en cine, y no en video, por lo que técnicamente se trató de un cortometraje musical. “Trabajamos en fílmico, más precisamente en 16 mm y con iluminación de cine clásico, algo que demoró notablemente la realización porque cada toma demandaba horas y horas de ensayos, movimientos de cámaras y pruebas de fotografía”, destaca Zeta Bosio en su libro. “El equipo de filmación estaba excitadísimo, pero a nosotros tres, que éramos los protagonistas del clip, el proceso se nos hizo demasiado largo y tedioso”.
Finalmente se filmaron 840 metros de cinta de película, los que fueron enviados a España para ser primeramente transferidos a formato video y luego pasados a blanco y negro con un ligero tono violáceo, simulando los colores utilizados en el arte de la tapa del LP de Doble vida en un proceso que duró varias semanas. El costo total de la producción rondó los 15 mil dólares.
“Tras el extenso período de revelado y editado, lo presentamos en la discoteca New York City”, recuerda Zeta. Aquella exposición fue el 29 de Junio de 1989. “Esa noche también presentamos Triple Producciones, nuestra compañía al estilo Apple de los Beatles, con su debido logotipo. Armamos una gran movida que funcionó como relanzamiento de Doble vida“.
Para Gustavo Cerati, el videoclip de “En la ciudad de la furia” remarcó la trascendencia de Soda Stereo en la Argentina. “Creo que acá no está pasando nada y cuando aparecemos con un proyecto de esta naturaleza ves el entusiasmo de la gente en la mirada. Lo que yo rescato de este video es su valor intrínseco, es decir, más allá de ser un mero producto para promocionar la banda en el exterior. Es una especie de cortometraje que trasciende al grupo, tiene un valor cinematográfico propio, con un concepto que seguramente va a llamar la atención”.
Para Zeta Bosio, mientras tanto, marcó una nueva etapa para el grupo: “El video, sobre todo, dobló la apuesta en lo que tenía que ver con el trabajo audiovisual de una banda de rock hasta ese momento: quedó en evidencia que hacer cosas de excelente calidad, respetando una búsqueda artística riesgosa y con ansias de experimentar, no era una misión imposible”.
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